Eduardo Manostijeras tiene un poco de Frankenstein; de ‘pinocho’ en blanco y negro. Una criatura con más sentimientos y espontaneidad que todo el barrio prefabricado donde acaba viviendo. Una película sobre los inadaptados, los raros, los extraños… que no terminan de encajar en el molde de lo que se espera de ellos y reaccionan, como pueden: con creatividad, con silencio, con rabia, … . Los que nos hemos sentido en algún momento incomprendidos (en la adolescencia, juventud, entrada en la ‘edad adulta’, SIEMPRE, …) nos vemos reflejados como espejo en un pavo con pelo de electricidad estática y cuchillos de teletienda por extremidades. Aunque a Eduardo (y a nosotros) no le hubiera venido mal una racioncita de nuestro Tan-Tan-Go; sérum de día autobronceador para darle un poquito de moreno y alegría a esa la cara pálida que su castillo lúgubre le hizo tener.